
En España, el 88% de la población reside en zonas urbanas, lo que plantea desafíos de adaptación ante la intensificación de los peligros climáticos.
La torrencialidad de las lluvias aumentará a corto plazo e incrementará el riesgo de inundaciones y la afectación a infraestructuras clave de agua, energía y comunicaciones.
El aumento de las temperaturas extremas, agravado por el efecto isla de calor, tendrá impactos directos en el confort térmico y la salud de la población.
La ubicación geográfica y las características urbanas suponen diferencias en exposición y vulnerabilidad. Las ciudades costeras, por ejemplo, sufrirán la amenaza de la subida del nivel del mar.
La dependencia urbana de recursos esenciales y la concentración de actividades socioeconómicas e infraestructuras hacen de las ciudades un nodo receptor y transmisor de impactos.
Los riesgos climáticos en entornos urbanos requieren atención urgente ya que sus impactos se prevén muy elevados a corto plazo.