
En España, alrededor de 25 millones de hectáreas están dedicadas a la agricultura y la ganadería, lo que representa aproximadamente la mitad del territorio nacional.
Su fuerte dependencia del clima, los recursos hídricos y del estado del suelo los convierte en altamente vulnerables frente a los efectos del cambio climático.
A esta vulnerabilidad se suman factores no climáticos, como la despoblación rural, la falta de relevo generacional y el declive de los modelos agrícolas y ganaderos extensivos.
Los riesgos asociados a la agricultura, ganadería y pesca pueden generar impactos en cascada sobre la seguridad alimentaria, la seguridad hídrica y la economía rural.
Otros riesgos destacados son la pérdida de producción ganadera, así como de la productividad pesquera por cambios en la distribución de especies debido a la modificación de las variables climáticas oceánicas.