
La economía española es especialmente sensible a los impactos del cambio climático debido a su estructura productiva, muy dependiente de sectores vulnerables como el turístico y el agrícola.
El sistema financiero y la actividad aseguradora pueden actuar como catalizadores de la adaptación, detectando oportunidades de inversión e incentivos para la prevención de riesgos.
La actividad aseguradora cumple una función crítica en la gestión de riesgos, permitiendo hacer frente a las pérdidas y aumentando la capacidad de recuperación.
Este sector presenta múltiples interrelaciones con otros ámbitos económicos, y es receptor de impactos y generador de efectos en cascada con amplias repercusiones socioeconómicas.
Existe un déficit importante de información y una escasa divulgación por parte de las entidades implicadas que hace difícil realizar un análisis completo de los riesgos del sector.